Sexo tántrico: el arco iris de la sonrisa vertical
En el sexo tántrico se utilizan los cinco sentidos del cuerpo hasta el extra-límite, su filosofía se basa en la búsqueda orgásmica: el placer individual y el de la pareja, como un solo cuerpo, como una gran y jugosa matriz.
Ahora que hacen 33 grados en Santiago, ando más caliente que nunca. Y Chile también. No dejo de mirar minas ricas en la calle y ellas coquetean de lo lindo, ahora con menos ropa. Después de mi húmedo polvito mañanero, parto agradeciendo a mis lectoras (es) que me han escrito sugiriendo temas y apoyando mi humilde labor. Una de mis nuevas fans propuso el sexo tántrico, otras las orgías, el sexo lésbico y la atracción de los hombres hacia las mujeres que se besan. Una detractora, Dominique, escribió desde París apelando a un solo vocablo: ¡Roto! Te mando un beso, te lo agradezco: estoy a favor de la libertad de expresión y respeto la diversidad de opiniones: no te olvides, mi sección se llama “Sexo con humor”, nunca pierdas “eso”. Me comprometo a contestarles a todas (os) los que me escriban a mi blog. Basado en ustedes, les narro esta experiencia de calor, humedad, sexo, carne y hueso recién experimentada coincidente con sus peticiones sexuales.
En mi calidad de sexólogo, me invitaron a pasar un weekend en torno a un maratón de yoga y sexo tántrico. El lugar del magnoevento: una espaciosa parcela en el Cajón del Maipo con cien invitados cosmopolitas. Me topé con colegas de Brasil, Argentina, Ecuador, Paraguay, Colombia, Venezuela, México y Chile. Frente a nosotros, la Cordillera de los Andes sacude las caderas blancas y tres cóndores en extinción, se contorsionan eróticamente en el cielo patrio. Me siento feliz, en éxtasis, agradezco estar vivo en el ahora, aquí.
Tantra tiene su origen en dos palabras milenarias del sánscrito, cuyo significado es “expansión y liberación”. Es una forma de enseñanza budista e hindú, que considera el sexo como una forma de expansión y exploración de la espiritualidad.
El tantra yoga se relaciona con la naturaleza y las energías que la rodean, y se sirve de técnicas que pertenecen al hatha yoga y al kundalini yoga. Los practicantes de yoga tántrica suelen utilizar la meditación en ceremonias de purificación y también para llevar a cabo algunas técnicas para la sublimación de la energía sexual y su conversión a energía espiritual, es decir, la instrumentalización ancestral del acto sexual terrenal. En el sexo tántrico se utilizan los cinco sentidos del cuerpo hasta el extra-límite, su filosofía se basa en la búsqueda orgásmica: el placer individual y el de la pareja, como un solo cuerpo, como una gran y jugosa matriz.
Para los “solos”, hicieron un sorteo. Por mágico destino, me tocó de pareja tántrica una sensual chica de veintitantos, llamada Isidora: ¡qué bello nombre! Al observarla, veo por primera vez a la mujer más hermosa del universo, con los ojos más ardientes del Firmamento. Su belleza duele, da miedo. Siento ganas de besarla intensamente en la boca. Isidora, la “principiante”, utiliza el nombre místico de Estrella Luminosa. Me han pedido que sea su maestro sexual. Debo sanearla de un profundo dolor: la pus del despecho de amor. Con sólo verla, me he enamorado loca y platónicamente de la luz que fluye de su sonrisa “díscola”. Como un esteta, contemplo su anatomía, saboreando, de paso, la miel espiritual de su aura. Es infinitamente deseable. La hermosa Isidora irradia una potente sensualidad animal: ramilletes de sex-appeal fluyen de sus poros. Es un imán de amor y emocionalidad. Tiene la piel morena esculpida con rayos láser. Todo es sublime en esta diosa con rasgos polinesios. ¡Rica por delante y por detrás! Sublime desde las orejas, la frente, la cuenca de los ojos, los pómulos, la nariz, la comisura de los labios, las manos, los brazos, pasando por el cuello, los hombros, la espalda con el tatuaje de una letrita japonesa impresa en el omoplato derecho, los senos, el ombligo, las caderas, los muslos, los glúteos, los talones, hasta llegar a la planta de los pies.
Me presento con una gran sonrisa. Isidora me abraza por largo rato, oliéndome el cuello, como una felina en celo. Somos, tal para cual: dos chispas de pasión, hambrientas de caricias, deseosas de intercambiar la pirotecnia de las cosquillas technicolor, de exprimirnos mutuamente, sin culpas ni tóxicos caldos de cabeza religiosos, económicos, políticos o sociales.
A la guapa Isidora y a mí nos destinaron la última cabaña del lugar. Llegamos hasta una piscina de piedra. Nos sumergimos a más de 40 grados en una sopa de sales minerales, exquisita. Nos abrazamos, nos besamos, con ternura, focalizando las caricias. Isidora trepa sobre mí. Mi alumna estrella está excitada por el calor y la humedad, interna y extrena. Su energía sexual me provoca una gran erección. La penetro, rítmicamente y con delicadeza. Isidora se estremece de placer, embriagada por mis besos. Está gemebunda. Continúo controlando la eyaculación, fundiendo mi espera con el espacio y el tiempo. De forma consciente, le enseño a activar su punto G: una apretada “mano de gato” se apodera, placenteramente, de mi hinchado miembro viril. Isidora revienta en mil pedazos en un “arco iris de sonrisa universal”. Me acoplo a su orgasmo, sintiéndome libre y esclavo. Bebo en sus labios la hormona rebelde hecha con cosquillas de fuego y frenesí. Con sonrisa de sandía, agradezco el orgasmo recién regalado con ternura por Estrella Luminosa hacia mi ser erótico. Hago el signo de Namasté con las manos, que significa el “Dios en mí ve y honra al Dios en ti”. Hemos iniciado una relación efervescente, trasplantado la pena en placer, alejados de la esgrima sexual, básica.
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