ARTÍCULO
NUEVE:
El Ambiente Natural
1. La Bondad del Orden
Creado
2. Problemas Ambientales
3. Administración del Ambiente
4. Tecnología
I.
LA BONDAD DEL ORDEN CREADO
311. "Y vio Dios que estaba
bien" (Gn 1, 25). Estas palabras que leemos en el primer capítulo
del Libro del Génesis, muestran el sentido de la obra realizada
por Él. El Creador confía al hombre, coronación
de toda la obra de la creación, el cuidado de la tierra (cf.
Gn 2, 15). De aquí surgen obligaciones muy concretas para
cada persona relativas a la ecología. Su cumplimiento supone
la apertura a una perspectiva espiritual y ética, que supere
las actitudes y "los estilos de vida conducidos por el egoísmo
que llevan al agotamiento de los recursos naturales".
(Ecclesia in America, n. 25)
312. El séptimo mandamiento
exige el respeto de la integridad de la creación. Los animales,
como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente
destinados al bien común de la humanidad pasada, presente
y futura. El uso de los recursos minerales, vegetales y animales
del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias
morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre los
seres inanimados y los seres vivos no es absoluto; está regulado
por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo incluyendo
la de las generaciones venideras; exige un respeto religioso de
la integridad de la creación.
(CIC, n. 2415)
II. PROBLEMAS
AMBIENTALES
313. Es un hecho de todos conocido
que en algunas regiones existe evidente desproporción entre
la extensión de tierras cultivables y el número de
habitantes; en otras, entre las riquezas del suelo y los instrumentos
disponibles para el cultivo; por consiguiente, es preciso que haya
una cooperación internacional para procurar un más
fácil intercambio de bienes, capitales y personas.
(Pacem in Terris, n. 101)
314. La segunda consideración
se funda, en cambio, en la convicción, cada vez mayor también,
de la limitación de los recursos naturales, algunos de los
cuales no son, como suele decirse, renovables. Usarlos como si fueran
inagotables, con dominio absoluto, pone seriamente en peligro su
futura disponibilidad, no sólo para la generación
presente, sino sobre todo para las futuras. La tercera consideración
se refiere directamente a las consecuencias de un cierto tipo de
desarrollo sobre la calidad de vida en las zonas industrializadas.
Todos sabemos que el resultado directo o indirecto de la industriali-
zación es, cada vez más, la contaminación del
ambiente, con graves consecuencias para la salud de la población.
Una vez más, es evidente que el desarrollo, así como
la voluntad de planificación que lo dirige, el uso de los
recursos y el modo de utilizarlos no están exentos de respetar
las exigencias morales. Una de éstas impone sin duda límites
al uso de la naturaleza visible. El dominio confiado al hombre por
el Creador no es un poder absoluto, ni se puede hablar de libertad
de "usar y abusar", o de disponer de las cosas como mejor
parezca. La limitación impuesta por el mismo Creador desde
el principio, y expresada simbólicamente con la prohibición
de "comer del fruto del árbol" (cf. Gn 2, 16-17),
muestra claramente que, ante la naturaleza visible, estamos sometidos
a leyes, no sólo biológicas, sino también morales,
cuya transgresión no queda impune.
(Sollicitudo Rei Socialis, n. 34)
315. Parece que somos cada vez más
conscientes del hecho de que la explotación de la tierra,
del planeta en el que vivimos, exige una planificación racional
y honesta. Al mismo tiempo, tal explotación para fines no
solamente industriales, sino también militares, el desarrollo
de la técnica no controlado ni encuadrado en un plan a escala
universal y auténticamente humanista, llevan muchas veces
consigo la amenaza del ambiente natural del hombre, lo enajenan
en sus relaciones con la naturaleza y lo apartan de ella.
(Redemptor Hominis, n. 15)
316. Es asimismo preocupante, junto
con el problema del consumismo y estrictamente vinculado con él,
la cuestión ecológica. El hombre, impulsado por el
deseo de tener y gozar, más que de ser y de crecer, consume
de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su
misma vida. En la raíz de la insensata destrucción
del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia
muy difundido en nuestro tiempo. El hombre, que descubre su capacidad
de transformar y, en cierto sentido, de "crear" el mundo
con el propio trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre
sobre la base de la primera y originaria donación de las
cosas por parte de Dios. Cree que puede disponer arbitrariamente
de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad como
si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior
dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero
que no debe traicionar. En vez de desempeñar su papel de
colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre
suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza,
más bien tiranizada que gobernada por él. Esto demuestra,
sobre todo, mezquindad o estrechez de miras del hombre, animado
por el deseo de poseer las cosas en vez de relacionarlas con la
verdad, y falto de aquella actitud desinteresada, gratuita, estética
que nace del asombro por el ser y por la belleza que permite leer
en las cosas visibles el mensaje de Dios invisible que las ha creado.
A este respecto, la humanidad de hoy debe ser consciente de sus
deberes y de su cometido para con las generaciones futuras.
(Centesimus Annus, n. 37)
317. Mientras el horizonte del hombre
se va así modificando, partiendo de las imágenes que
para él se seleccionan, se hace sentir otra transformación,
consecuencia tan dramática como inesperada de la actividad
humana. Bruscamente, el hombre adquiere conciencia de ella, debido
a una explotación inconsiderada de la naturaleza, corre el
riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación.
No sólo el ambiente físico constituye una amenaza
permanente: contaminaciones y desechos, nuevas enfermedades, poder
destructor absoluto; es el propio consorcio humano el que el hombre
no domina ya, creando de esta manera para el mañana un ambiente
que podría resultarle intolerable. Problema social de envergadura
que incumbe a la familia humana toda entera. Hacia estos aspectos
nuevos es hacia donde tiene que volverse el cristiano para hacerse
responsable, en unión con los demás hombres, de un
destino en realidad ya común.
(Octogesima Adveniens, n. 21)
318. Además de la destrucción
irracional del ambiente natural hay que recordar aquí la
más grave aún del ambiente humano, al que, sin embargo,
se está lejos de prestar la necesaria atención. Mientras
nos preocupamos justamente, aunque mucho menos de lo necesario,
de preservar los "habitat" naturales de las diversas especies
animales amenazadas de extinción, porque nos damos cuenta
de que cada una de ellas aporta su propia contribución al
equilibrio general de la tierra, nos esforzamos muy poco por salvaguardar
las condiciones morales de una auténtica "ecología
humana". No sólo la tierra ha sido dada por Dios al
hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria
de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso
el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe
respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado.
Hay que mencionar en este contexto los graves problemas de la moderna
urbanización, la necesidad de un urbanismo preocupado por
la vida de las personas, así como la debida atención
a una "ecología social" del trabajo.
(Centesimus Annus, n. 38)
III. ADMINISTRACIÓN
DEL AMBIENTE
319. El hombre, llamado a cultivar
y custodiar el jardín del mundo (cf. Gn 2, 15), tiene una
responsabilidad específica sobre el ambiente de vida, o sea,
sobre la creación que Dios puso al servicio de su dignidad
personal, de su vida: no sólo respecto al presente, sino
también a las generaciones futuras. Es la cuestión
ecológica- desde la preservación del "hábitat"
natural de las diversas especies animales y formas de vida, hasta
la "ecología humana" propiamente dicha-que encuentra
en la Biblia una luminosa y fuerte indicación ética
para una solución respetuosa del gran bien de la vida, de
toda vida. En realidad, "el dominio confiado al hombre por
el Creador no es un poder absoluto, ni se puede hablar de libertad
de "usar y abusar", o de disponer de las cosas como mejor
parezca" (SRS, n. 34).
(Evangelium Vitae, n. 42)
320. A los responsables de las empresas
les corresponde ante la sociedad la responsabilidad económica
y ecológica de sus opera- ciones. Están obligados
a considerar el bien de las personas y no solamente el aumento de
las ganancias. Sin embargo, éstas son necesarias; permiten
realizar las inversiones que aseguran el porvenir de las empresas,
y garantizan los puestos de trabajo.
(CIC, n. 2432)
321. Con la promoción de la
dignidad humana se relaciona el derecho a un medio ambiente sano,
ya que éste pone de relieve el dinamismo de las relaciones
entre el individuo y la sociedad. Un conjunto de normas internacionales,
regionales y nacionales sobre el medio ambiente está dando
forma jurídica gradualmente a este derecho. Sin embargo,
por sí solas, las medidas jurídicas no son suficientes....
El presente y el futuro del mundo dependen de la salvaguardia de
la creación, porque hay una constante interacción
entre la persona humana y la naturaleza. El poner el bien del ser
humano en el centro de la atención por el medio ambiente
es, en realidad, el modo más seguro para salvaguardar la
creación; de ese modo, en efecto, se estimula la responsabilidad
de cada uno en relación con los recursos naturales y su uso
racional.
(Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, 1999, n. 10)
IV. TECNOLOGÍA
322. El desarrollo de la industria
y de los diversos sectores relacionados con ella-hasta las más
modernas tecnologías de la electrónica, especialmente
en el terreno de la miniaturización, de la informática,
de la telemática y otros-indica el papel de primerísima
importancia que adquiere, en la interacción entre el sujeto
y objeto del trabajo (en el sentido más amplio de esta palabra),
precisamente esa aliada del trabajo, creada por el cerebro humano,
que es la técnica.... Entendida aquí no como capacidad
o aptitud para el trabajo, sino como un conjunto de instrumentos
de los que el hombre se vale en su trabajo, la técnica es
indudablemente una aliada del hombre. Ella le facilita el trabajo,
lo perfecciona, lo acelera y lo multiplica. Ella fomenta el aumento
de la cantidad de productos del trabajo y perfecciona incluso la
calidad de muchos de ellos. Es un hecho, por otra parte, que a veces,
la técnica puede transformarse de aliada en adversaria del
hombre, como cuando la mecanización del trabajo "suplanta"
al hombre, quitándole toda satisfacción personal y
el estímulo a la creatividad y responsabilidad; cuanto quita
el puesto de trabajo a muchos trabajadores antes ocupados, o cuando
mediante la exaltación de la máquina reduce al hombre
a ser su esclavo.
(Laborem Exercens, n. 5)
323. La presente generación
se siente privilegiada porque el progreso le ofrece tantas posibilidades,
insospechadas hace solamente unos decenios. La actividad creadora
del hombre, su inteligencia y su trabajo, han provocado cambios
profundos, tanto en el dominio de la ciencia y de la técnica
como en la vida social y cultural. El hombre ha extendido su poder
sobre la naturaleza; ha adquirido un conocimiento más profundo
de las leyes de su comportamiento social
. El desarrollo de
la informática, por ejemplo, multiplicará la capacidad
creadora del hombre y le permitirá el acceso a las riquezas
intelecuales y culturales do otros pueblos
. Las adquisiciones
de la ciencia biológica, psicológica o social ayudarán
al hombre a penetrar mejor en la riqueza de su propio ser
.
Pero al lado de todo esto- existen al mismo tiempo dificultades
que se manifiestan en todo crecimiento.
(Dives in Misericordia, n. 10)
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