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Las alianzas espurias, las divisiones internas y las debacles electorales predominaron en el 21 aniversario del Partido de la Revolución Democrática (PRD). La grisura de Jesús Ortega, actual dirigente nacional del PRD, brilló ante las palabras desesperadas de Marcelo Ebrard, que insistía en “una sola candidatura de izquierda, en un solo sueño que compartir para el 2012”.

Entre gritos celebratorios, Ebrard enfatizaba con particular enjundia: “El tiempo es ahora y vamos a tomar la decisión, la oportunidad y asumir nuestra responsabilidad, porque cuando se tiene un sueño nada nos va a poder vencer”. Sus palabras caían una tras otra en el saco roto del 12% de votación nacional que posee su partido.

Este saco parece no tener fondo porque durante la pugna por la presidencia del partido, entre Alejandro Encinas y Jesús Ortega, el PRD perdió el 44% de sus simpatizantes. Peor aún, en las elecciones de 2009, el partido obtuvo el tercer lugar en Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo, Tlaxcala y Veracruz; el cuarto lugar en Puebla y Tamaulipas; el quinto lugar en Aguascalientes, Chihuahua, Durango y Sinaloa; y el sexto lugar en Campeche. Sólo en Zacatecas y en el Distrito Federal figuró en primer lugar (El Universal).

Esta situación tiende a empeorar ante el futuro negativo de las alianzas del PRD y el PAN marcado por las encuestas en Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla y Sinaloa para las elecciones de 2010 (Mitofsky, De las Heras, Beltrán y Asociados). Aun cuando Ortega insista que el PRD llega a su 21 aniversario fortalecido porque las “alianzas que concretó tendrán grandes resultados electorales este año”.

La pregunta es: ¿Dónde quedará la izquierda representada por el PRD después de julio de 2010? ¿Acaso condoliéndose con el desplome electoral de los partidos Social Demócrata en Alemania, el Laborista en Inglaterra, Forza Italia, Movimiento Social Italiano y Liga del Norte en Italia, el Frente Nacional en Francia, la lista Pim Fortyun en los Países Bajos, el Vlaams Belang en Austria y el Partido de la Libertad en Austria, entre otros?

Si condolerse no es suficiente, con la cruz de su conversión derechista, el PRD tampoco podrá asociarse con partidos y movimientos de izquierda que apuntalan los regímenes de Daniel Ortega en Nicaragua, Mauricio Funes en Panamá, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Lula en Brasil y Fernando Lugo en Paraguay.

La crisis que vive el PRD no es puramente electoral o ideológica; es estructural, y por lo tanto sistémica. Su eventual refundación requiere responder a esta pregunta de cara al Siglo XXI: ¿Cómo reconstruir una izquierda en México sin los vicios del autoritarismo y totalitarismo que sostuvieron a sangre y fuego a los regímenes de la Unión Soviética, China y sus respectivos países satélites?

Dicha reestructuración deberá formar militantes a la luz del “Decálogo para mantenerse en la Izquierda” escrito por Frei Betto, teólogo de la liberación y asesor de Lula de Silva, presidente de Brasil. Y que a la letra, dice así: Uno, mantenga viva la indignación. Dos, la cabeza piensa donde pisan los pies. No es posible ser de izquierda sin mancharse los zapatos allá donde el pueblo vive, lucha, sufre, se alegra y celebra sus creencias y sus victorias. Teoría sin práctica es hacerle el juego a la derecha.

Tres,  no se avergüence de creer en el socialismo. Cuatro, sea crítico sin perder la autocrítica.

Cinco, sepa diferenciar entre militante y “militonto”. Militonto es aquel que presume de estar en todo, participar en todos los actos y movimientos, actuar en todos los frentes. El militante profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, reflexiona, medita; valora sus vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios.

Seis, sea riguroso en la ética de la militancia La izquierda actúa por principios, la derecha, por intereses. Siete, aliméntese con la tradición de la izquierda. Es importante “volver a las fuentes” para mantener encendida la mística de la militancia.

Ocho, prefiera el riesgo de equivocarse con los pobres, a la pretensión de acertar sin ellos. Un militante de izquierda jamás negocia los derechos de los pobres y sabe aprender con ellos.

Nueve, defienda siempre al oprimido, aunque aparentemente no tenga razón. Y, diez, haga de la oración un antídoto contra la alienación.

¿Podrá transformarse el PeRDeré, en el futuro de una izquierda democrática y moderna en México? ¿Podrá formar militantes que abracen este decálogo? Su historia lo niega y lo constriñe a reciclarse de manera cosmética no profunda, para caer en el profundo saco de la historia, como las palabras de Ebrard, una y otra vez.
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