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El Partido Socialista francés tiene ya un nuevo líder. Benoît Hamon se impuso claramente a Manuel Valls en la segunda vuelta de las primarias y asumió la condición de candidato a la presidencia de la República. La victoria de Hamon, uno de los principales críticos a la gestión de François Hollande, marca un claro giro a la izquierda y hace prever una temporada tempestuosa: hay una relación muy mala entre el candidato socialista y el gobierno socialista, que permanecerá en el poder hasta las elecciones de mayo.
"El riesgo de descomposición política está presente por igual en la derecha y en la izquierda", dijo Valls, el candidato perdedor. Fue una forma más o menos sutil de advertir sobre la posibilidad de que el partido que François Mitterrand fundó en 1971 se desgarre o incluso desaparezca. Aunque Valls se declaró "leal a su familia política" y dispuesto a respaldar a Hamon, los pocos partidarios que le rodeaban en el momento de la derrota sopesaban en voz alta la opción de votar al centrista Emmanuel Macron en las presidenciales, pese a que éste rompió con el partido hace solo seis meses y las heridas causadas por su deserción permanecen abiertas.
Servir cinq ans la France : quel honneur ! Je ne loublierai jamais. Soyons les garants dune gauche républicaine, laïque et réformiste ! MV
? Manuel Valls (@manuelvalls) 29 de enero de 2017
"Sois el corazón latiente de Francia", saludó Hamon a sus entusiastas. El vencedor repitió sus ideas de campaña (subsidio universal implantado gradualmente, adaptación a una economía sin crecimiento, ruptura con los límites presupuestarios de Maastricht, renovación constitucional para crear una Sexta República) y prometió ponerse a trabajar de inmediato para reagrupar a la izquierda, dentro del partido y más allá.
Malgré les différences, jamais les forces de gauche nont été aussi proches sur le plan des idées. Rassemblons-nous. pic.twitter.com/E79lRWuY2p
? Benoît Hamon (@benoithamon) 29 de enero de 2017
La unidad no se vislumbra fácil. El Partido Socialista, que en diez años ha perdido más del 60% de su militancia (ahora apenas supera los 50.000 cotizantes) y que ha perdido sus referentes ideológicos durante el errático mandato de Hollande, sufre una fractura interna perceptible incluso en los pequeños detalles: Hamon no esperó siquiera a que Valls acabara su discurso para comenzar con el suyo, lo que obligó al derrotado a callarse de forma brusca.
La gente de Valls soñaba con una alianza con el ex socialista Emmanuel Macron y una repetición de la candidatura moderada que llevó a Hollande al Elíseo; la mayoría que ha elegido a Hamon reclama algún tipo de convergencia con la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, una movimiento comparable, salvando las distancias, con la formación española Podemos. Las dos partes del PS miran en direcciones opuestas.
Tanto Macron como Mélenchon superan con claridad a Hamon en los sondeos. Ni el uno ni el otro tienen interés en acercamientos y lo que exigen, en la práctica, es una rendición completa del candidato socialista, con renuncia y entrega de los votos antes incluso de la primera vuelta del 23 de abril. Ahora mismo, el cuerpo electoral del PS parece un cadáver a punto de ser descuartizado. Benoît Hamon necesita obrar un milagro en las próximas semanas.
Tanto desde la derecha como desde el propio entorno del presidente Hollande, que volvió a ignorar las primarias de su partido y se fue a ver la final del Mundial de balonmano, se considera que el giro a la izquierda del PS se parece al realizado por el Partido Laborista británico con la elección como líder de Jeremy Corbyn y que, como en el caso del laborismo, eso implicará un alejamiento muy duradero del poder. El caso del PS reviste una especial complicación: ¿cómo serán hasta las elecciones las relaciones entre el candidato socialista y el gobierno socialista?
Paradójicamente, Hamon ha basado su campaña hacia el liderazgo en un rechazo absoluto de la gestión de un gobierno, el del presidente Hollande, del que él mismo formó parte hasta 2014. Cuesta imaginar que el grueso del electorado sea capaz de comprender esa filigrana. Y cuesta imaginar que Hollande, política y personalmente muy identificado con el centrista Macron, no aproveche el tramo final de su fallido mandato para cobrarse venganza respecto a los rebeldes como Hamon, a los que considera en gran medida responsables de su fracaso. Hamon fue uno de los parlamentarios que impulsaron una moción de censura contra el gobierno de Manuel Valls, primer ministro de Hollande; eso da una idea de la inquina que se tienen unos y otros.
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