Manuel Valls apoya al centrista Emmanuel Macron para evitar la victoria de Le Pen, un gesto que genera una crisis profunda del socialismo en Francia
Valls votará por Macron para evitar la victoria de Le Pen en Francia
El socialismo francés vive sus jornadas más oscuras. El apoyo de Manuel Valls al centrista Emmanuel Macron en las presidenciales ha provocado un cortocircuito en la izquierda. Tras una jornada de tremendos insultos contra quien fue primer ministro hasta diciembre, el Partido Socialista parece condenado a un desastre electoral y a una refundación. Su candidato, Benoît Hamon, lanzó un llamamiento desesperado a su principal rival, el insumiso Jean-Luc Mélenchon, para sumar fuerzas de forma urgente. Mélenchon respondió con cierto desprecio que Hamon podía renunciar y unirse a él.
El anuncio era esperado. La reunión de Valls con sus fieles, el martes por la tarde, concluyó con una decisión firme. Pero para muchos fue traumático asistir a la traición. Manuel Valls, que había obtenido un 42% de los votos en las primarias socialistas y se había comprometido, por escrito, a acatar el resultado y a respaldar al ganador, Benoît Hamon, acudió a un estudio televisivo y en "nombre del interés superior del país", "para evitar la victoria del Frente Nacional", dijo que su voto sería para Emmanuel Macron. Valls y Macron se odian. Su coexistencia en el gobierno, uno como primer ministro, otro como ministro de Economía, fue una pelea constante. Sin embargo, ambos representan el flanco más liberal de la izquierda.
La presidencia del socialista François Hollande, tremendamente impopular durante todo su mandato, concluye con una crisis profunda del socialismo. A nadie se le escapa que Macron cuenta con la bendición de Hollande y de sus hombres más próximos, como el ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian, y que la maniobra de Valls recibió el beneplácito presidencial el viernes pasado, cuando ambos hombres se reunieron en El Elíseo. De alguna forma, Hollande se venga del sector izquierdista de su partido, que le criticó durante cinco años e incluso impulsó contra él una moción de censura. Pero su venganza supone el fin del partido forjado por François Mitterrand en 1971.
El 'hollandismo' puede perpetuarse en el social-liberalismo de Macron, que junto a la ultraderechista Marine Le Pen se mantiene en cabeza de los sondeos. Eso no le resulta nada útil a Macron, que intenta alejar de sí la sombra del continuismo y la idea, cada vez más extendida, de que es el heredero designado por alguien tan impopular como Hollande. Emmanuel Macrón dijo agradecer el gesto de Valls, pero subrayó que era el candidato "de las caras nuevas y las nuevas prácticas". Sus portavoces remacharon que para figurar en las listas de En Marche!, el movimiento de Macron, había que abandonar cualquier otra militancia, y especificaron que Valls no tendría sitio ni en su gobierno, si gana, ni en sus listas electorales. Manuel Valls parece enfrentarse a una larga travesía del desierto.
Lo que queda del Partido Socialista se apiñó en torno a Benoît Hamon. Martine Aubry, la matriarca del partido, hizo su primera aparición electoral en meses para recibirle en su feudo de Lille. Pero ni en Lille, bastión histórico de la izquierda, tiene Hamon opciones: los sondeos le atribuyen un 10% de los votos. Los tenores socialistas se lanzaron contra Valls. El ex ministro y ex candidato en las primarias Arnaud Montebourg le llamó "hombre sin honor". El codirector de campaña, Mathieu Hanotin, habló de "despreciable sabotaje". El diputado marsellés Patrick Mennucci se dirigió directamente a Valls: "Nos das vergüenza".
Detrás de la ira, pocas esperanzas. Numerosos responsables socialistas admiten que tras las presidenciales de mayo y las generales de junio el partido quedará "en una situación muy marginal", según unos, o "en casi nada", según otros. El llamamiento de Hamon a la unión de la izquierda antes de la primera vuelta, el 23 de abril, fue secundado por los comunistas pero displicentemente despachado por Jean-Luc Mélenchon, que abandonó el Partido Socialista hace casi d10 años y está a punto de conseguir con su movimiento, Francia Insumisa, un 'sorpasso' histórico.
Benoît Hamon compareció ante la prensa sólo dos horas después del anuncio de Valls para pedir que se diera "la espalda a esos políticos que no creen ya en nada" y formular un llamamiento en tonos trágicos: "Apelo desde aquí a todos los electores, a quienes se han comprometido en la lucha contra la injusticia, a los socialdemócratas íntimamente ligados al progreso social y a la democracia, pero también al Partido Comunista, los ecologistas, los Insumisos de Jean-Luc Mélenchon, para que unan sus fuerzas a las mías. Ocupo una posición central en la izquierda, soy el único que puede crear las condiciones para una mayoría gubernamental de izquierda".
Fue como un testamento. Hamon se hunde porque ha cometido sus propios errores. Tras ganar las primarias, no hizo ningún esfuerzo por atraerse a los electores de Manuel Valls y jamás se molestó ni en llamar por teléfono a su rival vencido, multiplicando en cambio las ofertas a la izquierda radical de Mélenchon. Una mitad del Partido Socialista se sintió insultada y desamparada. Es la mitad que se va con Emmanuel Macron.